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sábado, 12 de mayo de 2012

Es hora de la abolición de los circos con animales

¡Que levante la mano! ¿Quién podría hoy defender pública y razonablemente una postura a favor de la existencia de los circos con animales en Chile? Muy pocos, y con el único argumento de mantener con vida una, cada vez más cuestionada, “tradición popular”.
Fuente La Otra Voz





Sin embargo, los argumentos en favor de la abolición son aplastantes. La etología (ciencia del comportamiento animal), la medicina veterinaria, los avances en materia de reconocimiento de los Derechos Animales, todo ello, más un reproche social enérgico al maltrato animal (entendiendo como tal no sólo el castigo físico sino el abuso en todas sus formas), indican que nuestra sociedad si está preparada para la abolición de los circos con animales; porque validar la diversión a costa de animales sometidos a condiciones opuestas a su propia naturaleza es una herencia del subdesarrollo incompatible con estándares de civilidad.






Pero algo pasa en Chile que los encargados de representar este salto cualitativo en el ethos cultural no reaccionan. Al parecer, los legisladores (y ojo, que el principal legislador en nuestro sistema político es el poder ejecutivo) necesitan que se les hable en un lenguaje especial para que puedan entender que la gran mayoría de las personas ya no quiere más circos con animales dado que lejos de representar un oficio de culto (como podrían ser los organilleros o los chinchineros) son el reflejo decadente de una cosmovisión superada por la ciencia y la experiencia. 




En la Cámara de Diputados descansa, desde agosto de 2009, el Proyecto de Ley 6636-06 que prohibe el uso de animales en los circos, de todo tipo de animales, no sólo de fauna silvestre. Este proyecto fue presentado por parlamentarios de todas las bancadas, transformando esta aspiración en una causa políticamente transversal, por tanto qué está faltando para abrirse al debate y deliberar ¿deseamos los chilenos que se legisle al respecto? ¡Obvio que sí!


Mantener de por vida a un canguro en una jaula en la que no puede siquiera saltar como canguro, para después someterlo a un espectáculo estridente, en una fantasía boxeril que le genera gran estrés y de la cual lo único que desea es huir. Un animal que, naturalmente, vive en grupo es condenado a la soledad total, como si se tratase de la última cangura (pues es una hembra) del mundo.


En cambio, a los tigres -que son una especie que no vive en manada- se les obliga a convivir en jaulas estrechas, con un suelo de acero inoxidable tan limpio que los felinos han desarrollado un modo anormal de pararse o sujetarse al piso, esto produce daño a las articulaciones, a las caderas, en fin. La higiene humana no es la limpieza que ellos requieren, ellos necesitan pisar sobre un suelo con sustrato. ¡Es tan obvio! Sus cuerpos están diseñados para desplazarse, darse vueltas y vueltas en los cubículos del circo sólo les provoca daños crónicos a la columna. 


Los dromedarios, toda una vida, día tras día, en un espacio en el que para que uno de ellos cambie de posición en el corral debe provocar el desplazamiento del otro animal. Uno de los camellos exhibidos en un circo en Chile, se mece todo el día, sin moverse de su metro cuadrado.


En mi opinión todo esto es una forma de locura, demencia que alguna vez fue rentable y aplaudida por muchos; “miren el oso está bailando!”. Hoy sabemos que el oso está enfermo y que su movimiento se denomina “esterotipia” asociada a una total ausencia de bienestar.


Podría relatar tantos y tantos casos de maltrato animal en los circos. ¡Y es que no hay excepción! Cautiverio itinerante y bienestar animal son conceptos incompatibles entre sí, son opuestos. Existen múltiples informes veterinarios de casos de animales que este mismo fin de semana estará en el espectáculo circense en la carpa de un circo, tal vez cerca de tu casa o de la mía.


Esos informes dan cuenta del sufrimiento de leones, tigres, dromedarios, canguros, perros, caballos, ponis, en los circos que está noche cobrarán una entrada para exhibirlos, y habrá quienes pagarán por ver esos espectros, lo que queda de animales a quienes han quebrado el alma.


Por Florencia Trujillo