Por Soledad Gutiérrez Rock. Rafael Pinilla Gibson. Psicóloga/o Clínica/o.
Desde el campo de la Psicología Clínica, somos varios los terapeutas y psicólogos/as que en base a nuestra experiencia clínica, concordamos que la pérdida violenta de una mascota o animal doméstico [1] por la acción de terceros, constituye un hecho grave y preocupante que no nos cabe duda daña e impacta tanto emocional, como físicamente a la población que se ve expuesta a estas situaciones.
La mascota o animal doméstico muchas veces se convierte en un integrante más de la familia o de la comunidad que lo acoge; ocupa un lugar importante dentro de esos núcleos y dinámicas de vida, el animal suple ciertas necesidades de afecto de las personas, acompaña y da sentido a la vida de quienes los protegen, alimentan y cuidan.